¿Feliz Día de la Mujer?

¿feliz día de la mujer?

¡Feliz día de la mujer! Muchos lo dicen con emoción, muchos otros con sorna. La verdad es que en nuestro país no hay nada que celebrar. Y no habrá nada que celebrar por un buen tiempo.  No sólo porque las cifras de feminicidios crecen día a día, no sólo porque somos de los países con más violaciones a mujeres y niñas, sino porque nuestro sistema social y cultural aún no entiende que una mujer no es un objeto ni es menos ni más que nadie. No se entiende que la mujer es una persona, simple y llanamente.

Un sistema social cambia cuando cambian las personas que lo conforman. Y los sistemas sociales cambian porque dichas personas cuentan con mayor acceso a la educación, a contextos que facilitan su desenvolvimiento y desarrollo, cuando conocen de sus deberes y derechos, cuando el Estado se institucionaliza y da respuestas a las necesidades de su país. ¿Estamos lejos? Sí.

Sin embargo, no todo tiene que venirnos dado. Podemos cambiar, podemos aprender, podemos hacernos escuchar. De eso se trata el Día Internacional de la Mujer. No es una celebración para que se ofrezcan libros de autoayuda o devoluciones por consumos por estar constituida de dos cromosomas X. Es un día en el cual debemos hacer eco de las diferencias que se tienen en la sociedad “moderna”, de la “cuarta revolución industrial”, y de lo que queda por hacer para superarlas, especialmente en países como el nuestro.

Es cierto que no sólo las mujeres, en muchas partes del mundo, son tratadas como personas que carecen de plenos derechos. En nuestra sociedad, definida como la sociedad del conocimiento, las minorías étnicas, religiosas, de género y muchas otras también son vulneradas y marginadas. Hombres y mujeres por igual. Este es el día para hablar de esa brecha, para sensibilizar y tender puentes que acorten la diferencia.

Empecemos por cambiar, por aceptar que existen otras realidades diferentes a las nuestras, empecemos por comprenderlas. Empecemos por dejar de lado el maquillaje edulcorado de los mensajes superficiales y realmente veamos cuán diferente es la realidad para muchas, muchas personas. Empecemos en casa por dejar de decirle a un papá o una mamá “el que sigue puede ser hombre” cuando tienen una niña. Dejemos que los niños jueguen con muñecas y las niñas con carritos, enseñemos que no existen personas “raras” o menos o más que otras. Enseñemos de igualdad, pero sobre todo vivamos la igualdad.

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