El siglo de Welles

El 6 de mayo de 1915 nacía en Kenosha, Estados Unidos, el genial e incomprendido Orson Welles. Quienes nos hemos dedicado a las industrias creativas o quienes son amantes del cine comprenderán la emoción de celebrar esta fecha, sobre todo cuando hablamos de uno de los hombres que, en 1941, redefinió el cine con su afamada Citizen Kane.

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La estructura narrativa que Welles trabaja en dicha película, no solo utilizando el diálogo sino todos los recursos a su disposición como la música y la fotografía, llevando a la pantalla una historia profunda y conmovedora que se enfrenta al poder pero sobre todo despliega el lado humano que muchas veces dejamos de lado, marca un hito en el arte cinematográfico.

Welles es quizás quien de mejor manera personifica el genio creativo, poniendo de manifiesto una necesidad de libertad de la que jamás claudicó, aunque ésta se le negase más de una vez. En un Hollywood plagado de películas de estudio y con la misma factura y estandarización, su Ciudadano Kane fue un trasgresor no solo en la narrativa. Con libertad total en el presupuesto y en la propuesta, fue una de las pocas (sino la única) película que tratando un tema y personaje controversial se ha podido presentar conforme el director la estructuró. Dicha libertad no lo acompañó el resto de su carrera, ni en los Estados Unidos ni en Europa, donde rodó muchas hermosas películas como la memorable Campanadas de medianoche.

Para disfrutar la obra de Welles, como en toda obra, hay que conocer y reconocer su contexto, su propia historia, lo cual nos permitirá apreciar de mejor manera su dimensión. De tiempo en tiempo veo el Ciudadano Kane y me sigo maravillando con sus claroscuros, con los flashbacks que la componen, con la gran soledad de Xanadu, con el insondable misterio de Rosebud. Kane no solo remite a William Randolph Hearst, sino al mismo Welles. Su obsesión, su ambición.

Quienes aún no han podido apreciar a Welles, deben buscar sus obras y disfrutarlas más allá del análisis cinematográfico, dejándose llevar por la historia. Para los ojos de hoy una película de los años 40 o incluso de los 80 puede mostrarse aburrida, cansada y sin mayor interés, pero si dejan de lado esos conceptos la magia se abrirá paso. A disfrutar con el mejor cine.

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